Exposición realizada del 16 al 31 de agosto del 2015 en el Museo de la Ciudad de Tepatitlán de Morelos, Jalisco.
Texto de sala
El predominio de la ciudad frente al campo transforma los modos de vida. Se glorifica lo urbano como símbolo de progreso, empequeñeciendo lo rural. Usando como referencia este contraste e inspirado por materiales de contexto, Rodrigo González Castellanos hace un retrato en su primera exposición individual de sus recuerdos en el campo, rememorando su niñez y sus andanzas en la vida adulta, su experiencia en la arquitectura e impregnado de la inquietud del artista, nos acerca a la visión de la necesidad y el olvido de las actividades rurales aplastadas por la vida industrial, con la máxima de transmitir la marca del trabajo rudo grabada en el cuerpo y en la memoria.
En esta muestra el artista seleccionó piezas hechas con materiales y acciones que evocan el desgaste físico y la rudeza, las carencias de la vida en el campo, la memoria y la violencia. Al mismo tiempo se hace presente lo artificial en aquellos materiales industriales, como los prefabricados, en una polimerización de lo rural con lo urbano. Cada pieza toma un material ahora industrializado y da forma a una vivencia para cristalizar una contradicción: lo artificial pasa a personificar lo natural.
La exposición nos muestra un sentido del campo que se desvanece entre una naturaleza olvidada que nos alimenta, unos campesinos desplazados por una pobreza injusta, y un olor de violencia que es lo único que quedará por los parajes de lo que fueron los escenarios de las historias de nuestros abuelos. Las armas desplazan a los juguetes, al papalote que alguna vez fue juguete por excelencia, porque ahora estamos más cerca de la violencia que del viento, más cerca de la muerte que de la raíz. Y como aquel dicho que se procuraba con silencios y enseñanzas de los abuelos: la memoria encierra la respuesta a nuestros errores, por eso nos aferramos a ella con fuerza.
Texto por Moisés Villa